Las alturas donde una vez estuvo el castillo de gigantes, ahora están desiertas.
El castillo, en sí, no es más que una ruina.
Puedes preguntar: ya no encontrarás gigantes.
Sin embargo, la leyenda de «Château de Nideck» es bien conocida en Alsacia.
Un día, jugando, la hija del gigante abandona el castillo y, bajando la colina,
llega al valle, entusiasmada y curiosa por los descubrimientos que podría hacer allí.
En unos pocos pasos, cruza el bosque llegando a Haslach, tierra de hombres comunes.
Allí , delante de sus ojos, aparecieron ciudades y pueblos, campos cultivados. Todo le parecía un mundo extraño.
Mirando a su alrededor, ve a sus pies a un campesino arando su campo.
El enganche, por supuesto, le parecía extraño.
«¡Qué hermoso juguete! Me lo llevo a casa».
Rápidamente se arrodilla y extiende su delantal.
Con un gesto, barre todo lo que se mueve y lo encierra en sus ropas.
A saltos alegres regresó al castillo llamando a su padre: «Oh padre … querido padre, encontré en el valle un juguete maravilloso, nunca lo había visto en nuestras cumbres».
El padre, en la mesa y bebiendo vino frío, observa a la chica con complacencia y le pregunta:
«¿Qué traes tan retorcido en tu delantal?
Déjame ver este hallazgo que te hace saltar de alegría».
Al desplegar la ropa, extiende con cuidado al campesino y el arado. Ella aplaude, salta y se regocija cuando el elegante conjunto se encuentra sobre la mesa.
Pero el padre, tomando su aire más serio, le dijo:
«¡Qué hiciste allí! Es un campesino con sus aperos de labranza y no es un juguete».
Devuélvelo a su lugar y sin réplica, haz lo que te ordeno, porque sin el campesino no tendrías pan. Del trabajo del campesinado proviene el linaje de gigantes, el campesino no es un juguete, Dios no lo quiera».
Las alturas donde una vez estuvo el castillo de gigantes ahora están desiertas.
Solo queda una ruina de esta leyenda para hacerte soñar.