Seguimos con nuestro recorrido a lo IKEA y llegamos al momento culmen. Nos adentramos en una especie de carpa, llena de puestos y llena de gente. A duras penas se podía andar y, obviamente, nada de parar a mirar u ojear lo que los artesanos nos proponen. El final de la carpa nos llevó a la Salle de Fêtes, si no me equivoco. Plagada de gente, también, y siguiendo como rebaños. En este preciso momento, tanto mi socio como yo nos agobiamos muchísimo (estábamos dentro de un edificio y la sensación de ratonera no podía ser mayor). No acabamos el recorrido por dentro y nos dimos la vuelta en cuanto pudimos. Cuando puse un pie en la «calle» (digo calle aunque seguíamos en el recinto acotado del mercado, pero ya fuera), me obcequé y le dije al socio VÁMONOS, POR FAVOR.
Encontramos cerca una salida del recinto y salimos corriendo, casi sin pensarlo. Nos sentamos un rato, respiramos aire fresco y hablamos. Compartíamos ese mal sabor de boca pero no nos queríamos ir así, de modo que decidimos volver a entrar sin hacerle caso a las flechas, a las masas ni al rebaño. A nuestro aire, siempre intentando no entorpecer a nadie (en este momento podéis llamarnos descerebrados/as, pero esperad y seguid leyendo).
P.D. No hay fotos de la carpa ni de dentro de la Salle de Fêtes. Podéis intuir mi estado.